EDITORIAL ASPEC MARZO 2025 | LA CULTURA EMPRESARIAL

CUANDO LA CULTURA EMPRESARIAL MARCA LA DIFERENCIA

La cultura empresarial o cultura corporativa es un concepto que ha llegado para quedarse, una fórmula para acercar la filosofía de una compañía tanto a los clientes como a los proveedores y los propios trabajadores.

 

Generalmente hace referencia al conjunto de creencias compartidas por los miembros de una misma organización. Estas creencias, hoy en día, van más allá de la ideología, los símbolos, la forma de gestionar u organizar la empresa, o incluso de los objetivos que persigue en el mercado.

La cultura empresarial habla, hoy en día, de valores: de una determinada forma de concebir la manera de producir, de relacionarse con los trabajadores o con la audiencia, y de comportarse con la sociedad y responder a sus necesidades más allá de los clientes.

Así que, cultura empresarial…, ¿qué es realmente hoy en día? ¿A qué se refiere? No se trata de la forma de vender o de qué bienes o servicios sacar al mercado, sino de cómo hacerlo para contribuir a una sociedad y a un mundo mejor.

De hecho, lo que se ha conocido siempre como cultura empresarial organizativa o cultura organizacional (CO) pasa hoy a un segundo plano para dejar espacio a la cultura de responsabilidad social y sostenible, que lo determinan todo, dentro y fuera de la empresa: formas de gestión, de extracción, de producción, de comunicación, de transporte y logística, etcétera.

Por esa razón, la cultura de una empresa está cada vez más ligada a conceptos como el respeto medioambiental, la sostenibilidad, la justicia social o los derechos humanos.

La cultura de una empresa, en definitiva, define sus principios morales, aquellos que, en su opinión, deberían imperar en la sociedad a la que se dirige

¿Para qué sirve la cultura empresarial o corporativa?

La cultura de una empresa sienta las bases de una determinada filosofía de trabajo dentro de la organización. Pero también crea su propia identidad de cara al exterior. 

La primera es importante porque sirve de reclamo a ese talento que busca alinearse con organizaciones de sus mismos valores. La segunda, porque lo hará con el consumidor y la denominada experiencia de usuario.

En otras palabras: aquellas organizaciones cuyo concepto de cultura empresarial logre conectar con una amplia mayoría, podrá abrirse un importante hueco en el mercado.

Y es que, actualmente, el cliente, ya lo sabemos, no lo es todo. A él se suma una amplia legión de fans y seguidores de tendencias que, sin ser necesariamente potenciales clientes, pueden ensalzar o echar por tierra hasta la campaña de venta más ambiciosa. A golpe de clic y de comentarios. 

Así que, hoy más que nunca, la cultura empresarial necesita conectar con los valores de una amplia mayoría generacional. 

Cultura de la prevención, cultura innovadora o creativa, centrada en el cliente…  No importa qué tipo de cultura empresarial centre la apuesta corporativa, lo importante es que esta sea coherente, compartida por todos los profesionales implicados y alcanzable. 

También es necesario que se enmarque dentro de los objetivos internacionales, europeos y nacionales en materia de desarrollo y políticas laborales. La consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, por ejemplo, o el compromiso por la igualdad de género.

Cultura empresarial y compromiso son dos términos muy relacionados. Al final, las personas nos comprometemos con proyectos que consideramos alineados con nuestros valores y con nuestra forma de trabajar, pero también que nos inspiren y que nos permitan desarrollarnos, seguir creciendo. Cuanto más positiva y mejor alineada sea esa cultura, mayor será el compromiso, y como consecuencia habrá mejor desempeño. La cultura corporativa proporciona un propósito y una motivación que es fundamental en el desempeño diario. 

Además, si se crea un ambiente laboral positivo, una cultura abierta promueve la creación de vínculos y relaciones de confianza que impulsan la colaboración y hace que el trabajo sea mucho más fluido. El compromiso se refuerza con este tipo de relaciones y con un liderazgo claro, empático y cercano.

Sea cual sea la empresa, no importa el tamaño o actividad, adoptar una cultura empresarial acorde a los nuevos retos significa sentar las bases de un proyecto con futuro. Para ello, es necesario:

  • Establecer los valores que van a definir esa cultura empresarial: su actividad, productos y servicios, a sus personas…
  • Permanecer abiertos al cambio: La cultura organizacional ha de cambiar de acuerdo a las necesidades reales de los trabajadores y de los consumidores, a sus inquietudes y preferencias.
  • Contar con personas afines a ese modelo. La contratación de talento ha de centrarse en buscar recursos humanos alineados en los valores y forma de trabajar establecidos por la cultura organizacional.
  • Hacia dentro y hacia fuera. Hacer saber a los demás las motivaciones que mueven a la empresa y por qué razón.
 

Mejorar la cultura empresarial en tiempos de crisis

Los tiempos de crisis es cuando realmente se pone a prueba la consistencia de la cultura corporativa. Y es que, cuando se ha hecho un buen trabajo en la construcción de esa cultura, puede salir de las crisis incluso fortalecida.

Sobre todo porque cuando la cultura corporativa es fuerte y coherente te da unas líneas de actuación muy claras sobre cómo gestionar esa crisis a todos los niveles. La forma de resolver, la forma de comunicar a la plantilla, a los proveedores, a los clientes y también al resto del mundo. Esos momentos son los que refuerzan los valores y hacen reevaluar la dirección de la empresa, las prioridades y, en definitiva, todos los elementos que forman esa cultura corporativa.

Con la gestión de posibles crisis en mente, podemos decir que dos de las características principales de cualquier cultura corporativa deben ser la flexibilidad y la adaptación.

La cultura empresarial  contribuye a establecer la identidad de una empresa, su imagen de marca. Al fin y al cabo, son las personas que integran una organización las que sostienen dicha cultura.

Sin embargo, para que esta perdure, para que no cese en el camino hacia éxito, la evolución es necesaria. Ya se sabe, hoy en día, más que nunca, es vital que las cosas cambien para que permanezcan igual.

Así, la flexibilidad en la cultura organizacional es el primer requisito hacia la estabilidad de la misma, hacia su coherencia con el paso del tiempo.

Una empresa es un organismo dinámico, como lo son sus profesionales. Si la cultura organizacional define sus pilares fundamentales esta debe ser mutable con el fin de adaptarse a los nuevos desafíos del mercado.

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