Hasta hace solo unas décadas, se consideraba que los países que conseguían expansiones económicas y desarrollo eran los que lograban acumular factores productivos tales como capital y trabajo. Las recomendaciones a los países pobres para salir del subdesarrollo se basaban, principalmente, en invertir en activos físicos y bienes tangibles; infraestructura, maquinaria, tecnología… que aumentaban la productividad del factor trabajo.
En los últimos tiempos, sin embargo, se han producido profundos cambios económicos que han dejado claro que es el conocimiento aplicado a la producción el elemento central para aumentar la productividad, la competitividad y el progreso de los países.
Todos estamos de acuerdo que el conocimiento ha sido un componente clave y un motor del desarrollo y progreso de las sociedades de todos los tiempos. El hecho diferencial actual son los vertiginosos cambios tecnológicos que han provocado un cambio en el modo en el que el conocimiento se incorpora a la actividad económica.
Es en este contexto donde podemos inscribir un nuevo tipo de economía. La llamada “Knowledge Economy” o “Economía del Conocimiento” se puede definir como el sector económico que usa la información y el conocimiento para generar valor y ofrecer a la sociedad productos y servicios que mejoran su calidad de vida.
Las sociedades que basan su desarrollo en este tipo de economías incentivan la inversión en capital humano que mejora las habilidades de las personas para inventar e innovar con el fin de generar nuevos conocimientos y promover ideas que se conviertan en productos y servicios. Los nuevos productos y servicios impulsan el desarrollo y mejoran el bienestar de la población. Se trata de una apuesta por el desarrollo a partir del aumento del conocimiento y en detrimento del aumento del de los recursos tradicionales (maquinaria, infraestructuras etc).
Los campos en los que juega la economía del conocimiento son diversos; educación, investigación y desarrollo, alta tecnología, informática, telecomunicaciones, robótica, nanotecnología o industria aeroespacial. Se trata de una inversión en capital intangible que no ha dejado de crecer desde finales del siglo XX.
Si observamos la situación de España, podremos comprobar que el uso del conocimiento se ha intensificado en todas las regiones españolas, aunque de manera muy desigual. El informe ‘La competitividad de las regiones españolas ante la economía del conocimiento’ de BBVA señala que Las comunidades autónomas que han desarrollado con mayor intensidad la economía del conocimiento registran mayor renta por habitante que el resto y han resistido mejor la crisis en términos de renta, productividad y empleo.
Las regiones que más invierten en conocimiento serían País Vasco, Madrid y Navarra mientras que las que menos lo hacen son Castilla La Mancha, Andalucía y Extremadura.
LA ERA DE LA FORMACION EN TODOS LOS NIVELES
Se dice de esta etapa de la historia que nos ha tocado vivir que es la de la Era de la Información, y que tenemos que sentirnos satisfechos por ello. Pero no sólo es cuestión de información: la información, transformada de manera sistemática en conocimiento, es un generador de riqueza para las personas, las empresas y la sociedad en su conjunto. Un bien intangible que tiene hoy posiblemente más valía que cualquier otro material.
A través del proceso de generación de conocimiento, los productos y servicios adquieren un valor añadido. Pero, además, el proceso es cíclico: un producto o servicio que se transforma, a través del estudio y el conocimiento, generando un nuevo producto o servicio mejorado del anterior y que vuelve a someterse a esa transformación en un ciclo continuo. Esto es la innovación.
las Nuevas Tecnologías han servido a la causa de generar conocimiento de tal modo que se han convertido en verdaderos aceleradores de ese proceso cíclico que llamamos innovación. Eso ha hecho posible que las empresas puedan adoptar modelos de trabajo que integran la generación de conocimiento (innovación) como parte fundamental de su producción.
Pero, ¿están las empresas aprovechando, estamos aprovechando, este proceso? Es justo aquí donde entra en juego la economía de las empresas, las ratios de rentabilidad. El conocimiento generado rápidamente se globaliza y se deprecia, pero también es cierto que cuando la base de la transformación de la información en conocimiento se realiza mediante el uso de las herramientas TIC, una vez recuperada la inversión, el coste directo se acerca a cero a medida que aumenta el volumen de producción (economía de escala acelerada). Es lo contrario que ocurría en la economía clásica, donde el crecimiento en costes directos es casi proporcional al del volumen de la producción.
Las posibilidades que ofrece ese proceso acelerado son aplicables a todos los campos de la industria, de las empresas, de la educación y la enseñanza, de la salud y el bienestar de las sociedades, etc.
Es curioso entonces como contrastan estos argumentos con las cifras referentes a la inversión en I+D: según la Oficina Estadística Comunitaria (Eurostat), la inversión española en I+D (1,24% del PIB) está por detrás de la media europea (2,02%) y muy por debajo de países como Alemania o Austria (2,94% y 2,81%, respectivamente), además la brecha ha crecido en los últimos años. Países como Corea del Sur o Japón son líderes en inversión I+D con porcentajes en torno al 4% de su PIB y EE.UU. se acerca al 3%.
El futuro de un país y su economía se miden por estos valores. El compromiso con la I+D corresponde tanto al sector privado como a la inversión pública. En España, el 53% de la inversión en I+D la realizan las empresas, un 28% los centros de conocimiento e instituciones de enseñanza superior y un 19% la Administración Pública.
Caminar hacia la economía del conocimiento significa pasar de una estrategia competitiva basada en eficiencia de costes a otra basada en la diferenciación gracias a los mejores productos y servicios que se consiguen mediante la transformación del conocimiento. Para ello, la cultura del país tiene que entender que la inversión en ciencia, en tecnología, en innovación, es rentable, aunque el retorno pueda llegar más despacio.
Pero es que, además, seguir insistiendo en los modelos antiguos soportados en eficiencia de costes es complicado para países como España, cuyos costes de producción y laborales difícilmente pueden competir con otras economías en desarrollo. Por tanto, es una prioridad abordar ese cambio cultural.
En España, existen tímidos intentos por generar, en espacios promovidos casi siempre por la iniciativa privada, esa cultura y ese clima de emprendimiento.
En Madrid, en Barcelona, en Valencia, en el País Vasco, se han puesto en marcha proyectos que combinan la innovación y la tecnología con la gestión de información y el conocimiento para albergar el nacimiento de Startup. Los emprendedores que se dan cita son autónomos o microempresas, muchas con base tecnológica, aunque también las hay de otros sectores, que han llegado ahí en la mayoría de las ocasiones como resultado de su expulsión o dificultad de entrada en el mercado laboral clásico.
Estos espacios no sólo son un lugar físico para trabajar (modelo coworking), sino que también representan un apoyo para el asesoramiento, la formación y la atracción de capital inversor.
Aparte de todo, uno de las principales ventajas de estos centros de innovación y conocimiento es la atracción que sienten por ellos las grandes empresas.
Por tanto, sentirnos dichosos por vivir la Era de la Información sí, por supuesto, pero alertas para que no se nos escape la oportunidad que representa de generar conocimiento y crear valor, para las empresas y la sociedad en toda su amplitud. En definitiva, para hacer de este un mundo mejor.