LA PELEA POLÍTICA MARCA LA INCERTIDUMBRE SOCIAL Y ECONÓMICA

Después de siete meses desde que en nuestro país se decretara el estado de alarma debido a la pandemia mundial provocada por la COVD 19, todos hemos vivido un largo proceso de adaptación a la nueva situación.Toda la sociedad se ha tenido que replantear su forma de vida tanto a nivel social como económico, acompañando a esta situación hemos tenido todo tipo de nuevas reglas de juego con las que convivir; restricciones de movilidad, uso obligatorio de mascarillas, distanciamiento social, instrucciones sanitarias con el consiguiente parón laboral.

Los ciudadanos en gran medida han optado por una actitud de responsabilidad para colaborar en la solución de la terrible crisis sanitaria que vivimos, es decir los ciudadanos aceptaron las normas por lo tanto hicieron su trabajo.

Sin embargo, los políticos se han peleado entre ellos, han incumplido las promesas y están repitiendo los mismos errores de la primera ola.

La frustración y la incertidumbre que esta situación está provocando en nuestro país, es más que evidente. Estupor y tristeza han causado algunos de los comportamientos habidos en las dos últimas semanas en el Congreso de los diputados.

Como pasó con la crisis financiera de 2008 que derivó en otras crisis como las de confianza en las instituciones o del sistema de partidos, emergiendo con fuerza Podemos o Cs, pues en este contexto pasa lo mismo.

Si una cosa ha puesto encima de la mesa la pandemia en el ámbito político, es que seguramente no todos los representantes aguantan la etiqueta de líderes. Un liderazgo que no sea solo en clave de disputa electoral, sino sobre todo de lo que se espera de un máximo representante institucional, un liderazgo de gestión.

La pérdida de credibilidad que sufren las instituciones por culpa del enfrentamiento político es un hecho constatado. En tiempos normales las disfunciones de la política española quedaban tapadas y la polarización inmunizaba a los políticos frente a las consecuencias de sus errores. La pandemia ha desvelado una verdad dolorosa: la incompetencia cuesta vidas y arruina economías, las recomendaciones de los expertos han sido supeditadas al oportunismo político, las medidas se han tomado tarde y, otra de las características de la clase dirigente española, las culpas se han extendido para eludir las responsabilidades propias.

Todos nosotros hemos podido ver durante estas últimas semanas declaraciones en favor de la unidad de criterios para poder gestionar esta crisis,hablamos de Las grandes empresas de España, las patronales, autónomos y sindicatos coinciden en la necesidad de que todos los partidos políticos aparquen las diferencias ideológicas y se arremanguen juntos para hacer frente al desafío sanitario y de reconstrucción nacional que nos aguarda. Es tiempo de gestión y de pensar en lo que une a todos los sectores para recuperar la actividad y el empleo. Solo así, hombro con hombro, venceremos y saldremos más unidos de esta nueva crisis.

También hemos podido ver el manifiesto elaborado por un total de 55 sociedades científicas nacionales, que representan a más de 170.000 profesionales sanitarios, el que insisten en cómo debe afrontarse la pandemia de la COVID-19 en España  En el documento emitido por estas sociedades se insiste a la clase política en que acepte, de una vez, que para enfrentarse a esta pandemia las decisiones dominantes deben basarse “en la mejor evidencia científica disponible, desligada por completo del continuo enfrentamiento político”, por lo que se precisa de una respuesta coordinada, equitativa y basada exclusivamente en criterios científicos claros, comunes y transparentes.

Nuestros políticos tienen escasos incentivos en buscar la excelencia porque saben que los españoles votan a sus partidos con una lealtad solo equiparable a la que sienten por su equipo de fútbol. La ideología y el partidismo tienen más peso en las urnas que la preparación, la honestidad o experiencia de los candidatos, enviándoles el mensaje de que su futuro no depende de su gestión o los resultados que obtienen.

Eso tiene que cambiar: si algo nos ha enseñado la pandemia es que el precio de no tener a los mejores al volante es demasiado alto.