El valor económico de la sostenibilidad – EDITORIAL

Nuestra editorial de este mes la vamos a dedicar a “LA SOSTENIBILIDAD”, tema sobre el que girara nuestro próximo foro.

El camino de la sostenibilidad

Ser consciente del valor de la sostenibilidad, también desde un punto de vista financiero, representa otro paso hacia adelante en el camino que las empresas han emprendido desde hace muchos años.

Hace cincuenta años nadie había tomado una foto del derretimiento de los glaciares, no se hablaba de la capa de ozono, no había toneladas de plástico en los océanos. Sin embargo, un libro publicado en 1972 predijo el futuro. El informe “The Limits to Growth” (Los límites del crecimiento), encargado al Instituto de Tecnología de Massachusetts por el Club de Roma, alertaba sobre los riesgos para el planeta del crecimiento desenfrenado de la contaminación, de la producción industrial y de la población.

No es que haya quedado en el olvido, sobre todo por la autoridad de quienes lo escribieron, pero debieron transcurrir muchas décadas para que el mundo entendiera que era necesario tomar otro camino y casi medio siglo para que la sostenibilidad se convirtiera en un valor, también desde un punto de vista financiero.

El viaje hacia la sostenibilidad fue una conquista lenta para las empresas, un trayecto con muchas etapas. En sus comienzos la idea era devolver a la colectividad una parte de la ganancia. Una especie de filantropía actualizada.

En los comienzos de los años 80 nace el concepto de Responsabilidad Social Corporativa (CSR, por sus siglas en inglés), un enfoque de las consecuencias éticas de la actividad económica, mientras que, recién una década después, la sostenibilidad entra en las estrategias de negocios de algunas de las grandes empresas. Un paso fundamental fue la publicación en 1987 del informe Brundtland, de la Comisión Mundial del Medio Ambiente y Desarrollo de la ONU: por primera vez, se define la cuestión ambiental como “desarrollo sostenible”.

Mientras tanto, el concepto de sostenibilidad comienza a aplicarse en líneas directrices, estándares, certificaciones. A menudo son las mismas empresas que, espontáneamente, redactan sus propios códigos de conducta y publican sus informes de sostenibilidad, inducidas por los inversores, la opinión pública y por el aumento de la demanda de productos verdes.

Para muchas compañías la sostenibilidad representa una estrategia de comunicación, una manera de mejorar su propia imagen, su reputación.

El primer tentativo de crear un estándar compartido fue en 1992. El ente de certificación británico BSI Group lanzó un estándar de gestión ambiental para ayudar a las empresas a reducir su propio impacto, la normativa BS 7750, progenitora del estándar internacional ISO 14001, adoptado cuatro años más tarde.

En 1999, llegó el AA1000 (AccountAbility 1000), el estándar de aseguramiento de terceros del balance de sostenibilidad de una empresa, inventado por el británico Instituto de Responsabilidad Social y Ética (ISEA, por sus siglas en inglés).

Un aporte importante llega de algunos de los líderes del pensamiento verde como, por ejemplo, el empresario inglés John Elkington que elaboró en 1994 el concepto de Triple Cuenta de Resultados (TBL, por sus siglas en inglés): una rendición de cuentas conjunta desde un punto de vista social, ambiental y económico-financiera de la empresa. De hecho la TBL representó la base de la Global Reporting Initiative (GRI), la organización que nació en 1997 con el objetivo de crear un cuadro de principios compartidos de rendición de cuentas ambiental, social y de sostenibilidad para las empresas y las organizaciones de todo el mundo.

sostenibilidad

Entre los factores que favorecen la entrada de la sostenibilidad en los modelos de negocios se encuentra la iniciativa de los gobiernos, sobre todo europeos, que adoptan políticas para incentivar las inversiones en determinados sectores, como la de alimentos biológicos, energías renovables, reciclaje de residuos. Gracias a este proceso nace en 1995 el World Business Council for Sustainable Development (WBCSD), una organización dirigida por los CEO de más de 200 empresas internacionales con el fin de acelerar la transición hacia una economía sostenible.

Con la llegada del nuevo siglo despega el concepto de sostenibilidad corporativa, gracias al lanzamiento de las Naciones Unidas para alentar a las empresas de todo el mundo a adoptar políticas sostenibles y publicar los resultados de las acciones emprendidas. En 2004 el Pacto Mundial publica los diez principios fundantes, relativos a derechos humanos, normas laborales, tutela del ambiente y lucha contra la corrupción.

Otro momento clave es en 2007 cuando el Banco Europeo de Inversiones (BEI) emite el primer bono verde, un tipo de obligación que une la inversión con proyectos sostenibles, desde el cambio climático hasta la eficiencia energética.

Mientras tanto, la cuestión ambiental y la crisis climática se convirtieron en una prioridad. En 2015, las Naciones Unidas, en su Agenda 2030, lanzaron los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), transformándose en un marco de referencia para la sostenibilidad, compartido por todos los países miembros de las Naciones Unidas y por un número creciente de empresas.

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La sostenibilidad como capacidad para crear valor a largo plazo se convierte en un requisito de las inversiones financieras, crea valor para las empresas porque conviene al mundo de los negocios y, justamente por esta razón, puede resolver el problema del cambio climático.

Existe un vínculo claro entre la sostenibilidad y la creación de valor desde el momento que, invirtiendo en proyectos sostenibles desde un punto de vista ambiental y social, las empresas pueden maximizar sus ganancias y minimizar los riesgos, contribuyendo al mismo tiempo al logro de los ODS.

Las estrategias de inversión sostenible -basadas en criterios medioambientales, sociales y de buen gobierno- se han convertido en una de las alternativas más atractivas del mercado.

La volatilidad en los mercados y la incertidumbre que ha causado la pandemia no han frenado la tendencia hacia una inversión cada vez más sostenible. Los inversores demandan de manera creciente que se sigan los criterios ASG (ambientales, sociales y de buen gobierno), y la apuesta por este tipo de productos continúa creciendo en 2020. La regulación también empuja en la misma dirección, con avances como la taxonomía verde de la UE, el Green Deal europeo y la divulgación de información no financiera por parte de empresas cotizadas y grandes grupos.